
Maitte Marrero Canda - Prensa Latina.- La furia del volcán de Fuego rompió un día como hoy la rutina de domingo de 26 médicos cubanos en Guatemala, quienes se habían habituado a sus retumbos después de años de convivir junto a los pobladores de Escuintla.
Pero esa vez no sería una alarma más; las imágenes de la tragedia en las redes sociales y más tarde en la televisión, junto a la llegada de los primeros sobrevivientes a la cabecera municipal, fueron suficientes para que la brigada se sumara de inmediato a la atención de los damnificados.
Después de cumplir con la jornada laboral diaria en el área de salud, montaron voluntariamente guardias nocturnas en los albergues improvisados para acoger a quienes lo perdieron todo.
La Escuela Oficial Urbana Mixta Tipo Federación José Martí fue el primer bastión de estos héroes anónimos, pues la gran prensa nacional nunca reflejó el esfuerzo y entrega de aquellos días en que no solo enfrentaron la tragedia desde el punto de vista médico, sino también humano. Cuba y sus médicos volvían a estar junto al pueblo guatemalteco como en 1998, cuando el huracán Mitch devastó grandes zonas de la tierra del Quetzal y de Centroamérica.
Sin embargo, no llegaron ante el llamado del Gobierno, sino que ya estaban aquí con el aval de 20 años de presencia ininterrumpida en 16 de los 24 departamentos y un conocimiento profundo de su población local.
Hacinamiento, malas condiciones higiénicas y de manipulación de los alimentos fueron los mayores peligros que controlaron en improvisados centros de evacuación, donde miles de personas sufrían no solo heridas físicas sino también del alma.
La tarea se hizo más fácil con el refuerzo, el 14 de junio, de una brigada multidisciplinaria proveniente de los 16 departamentos donde tiene presencia la Brigada Médica Cubana (BMC).
Una veintena de especialistas en Epidemiología, Medicina General Integral y Pediatría, las de mayor demanda tras la emergencia, se sumaron a sus compañeros de Escuintla para garantizar 24 horas de atención sanitaria y vigilancia epidemiológica en cuatro albergues con una población de dos mil 672 afectados.
La mayoría tenía experiencia de enfrentamientos de epidemias como el ébola, cólera y dengue, como parte del Contingente Henry Reeve, fundado por el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro.
También se les unieron médicos guatemaltecos formados en la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana y otros llegados de El Salvador, una muestra más del poder de convocatoria.
Igual disposición mostraron los más de 400 integrantes de la BMC, con presencia permanente en los lugares de más difícil acceso de la geografía nacional.
En todos estos años se han ganado la admiración y el reconocimiento de una población hasta entonces excluida de servicios básicos de salud, y nuevamente de los más afectados por la catástrofe natural.
A un año de la tragedia, pasó pronto la algarabía mediática de las ayudas que llegaron con la emergencia y se fueron.
Los colaboradores cubanos siguen en Escuintla; algunos de los que vivieron esa experiencia ya no están porque cumplieron su misión y regresaron a casa, junto a sus familias.
Pero los que quedan jamás podrán olvidar la tristeza y el desamparo en los rostros de sus pacientes, sobre todo niños y ancianos.
Prensa Latina tuvo el privilegio de estar con ellos y reportar sus historias. No aspiraban a titulares, porque entonces como ahora, les basta recibir un ¡Dios los bendiga!, el agradecimiento más sincero de los más humildes de esta tierra. |